La crisis de fe ha llevado a que muchos matrimonios se celebren de modo no válido; el derecho en la Iglesia «está orientado a la salvación del hombre», y no puede quedar constreñido por los legalismos; «¡cuánto quisiera que todos los procesos fueran todos gratuitos!» Éstas son las tres ideas centrales del discurso del Papa a los miembros del Tribunal Apostólico de la Rota Romana al comienzo del año judicial.
Crisis de fe, crisis matrimonial
«Quisiera reflexionar sobre el contexto humano y cultural en el cual se forma la intención matrimonial», les dijo el Papa a los integrantes de la Rota Romana, al inaugurar un año judicial. Recordando al Beato Pablo VI y la crisis de valores de la sociedad, Francisco resaltó que el hombre moderno está expuesto a veces a «un relativismo sistemático», que lo deja a merced de la demagogia, de las modas y las pasiones, del hedonismo, del egoísmo…, y «sustituye al imperativo de la conciencia moral el capricho de la conciencia psicológica».
Esta perdida de fe, por un lado, «desemboca inevitablemente en una falsa conciencia del matrimonio, que no está privada de consecuencias en la maduración de la voluntad nupcial». Y el juez, en los procesos de nulidad, «al considerar la validez del consenso expresado, debe tener en cuenta el contexto de valores y de fe –de la carencia o ausencia– en la cual la intención matrimonial se ha formado. De hecho, el no conocimiento de los contenidos de la fe podría llevar a aquello que el Código llama error determinante de la voluntad».
Pastores, además de jueces.
La Iglesia se ocupa y se alegra «por las muchas familias que, sostenidas y alimentadas por una fe sincera, realizan en la fatiga y en la alegría diaria los bienes del matrimonio, asumidos con sinceridad en el momento de la boda y continuados con fidelidad y tenacidad». Pero también conoce los sufrimientos de muchos núcleos familiares que se destruyen, dejando detrás de sí las ruinas de las relaciones afectivas, de proyectos, de expectativas comunes.
«La experiencia pastoral –añadió el Pontífice– nos enseña que existe hoy un gran número de fieles en situaciones irregulares, en cuyas historia ha tenido gran influencia la mentalidad mundana. Existe de hecho, una forma de mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia y que lleva a perseguir, en vez de la gloria del Señor, el bienestar personal».
De ahí que la función del derecho en la Iglesia no pueda ser únicamente de tipo técnico. «Quisiera exhortarles –dijo el Papa– a un fuerte y apasionado compromiso en su ministerio, puesto a tutela de la unidad de la jurisprudencia en la Iglesia. ¡Cuánto trabajo pastoral por el bien de tantas parejas, y de tantos hijos, muchas veces victimas de estas cosas! También aquí, hay necesidad de una conversión pastoral de las estructuras eclesiásticas, para ofrecer el opus iustitiae a cuantos se acercan a la Iglesia para poner en claro su propia situación conyugal».
Ésta es su difícil misión: «no cerrar la salvación de las personas dentro de las constricciones del legalismo. La función del derecho está orientada a la salvación del hombre a condición que, evitando sofismos lejanos de la carne viva de las personas en dificultad, ayude a establecer la verdad en el momento consensual: es decir, si fue fiel a Cristo o a las falsedades de la mentalidad mundana».
Por último, tras recordar que numerosas de las causas que se encuentran en la Rota Romana no les cuesta dinero alguno a los interesados, el Papa subrayó que «los sacramentos son gratuitos. Los sacramentos nos dan la gracia. Y un proceso matrimonial toca el Sacramento del matrimonio. ¡Cuánto quisiera que todos los procesos fueran todos gratuitos!»
Extraído del discurso del Papa al Tribunal de la Rota. Publicado en Alfa y Omega.